17 diciembre 2008

.::Feminidad, masculinidad y mascaradas

casiopea31. Yolliztli Ruiz. Acuarela

Vicente Aliaga
Col. Arte hoy. Arte y cuestiones de género. Una travesía del siglo XX
Ed. Nerea. San Sebastian (Guipúzcoa), 2007, Pág. 118


FEMINIDAD, MASCULINIDAD Y MASCARADAS

En este orden de cosas, han salido a flote las teorías sobre las mascaradas. Así, una autora cuyo pensamiento ha cobrado vigencia en los últimos años es Joan Riviére, que en 1929 publicó un ensayo titulado Womanliness as a Masquerade (La feminidad como mascarada). Esta psicoanalista venía a decir que el comportamiento social de la mujer variaba cuando competía en el espacio público y laboral con el hombre. Su determinación, empeño, arrojo y constancia eran percibidas por los hombres como rasgos de una masculinización de las mujeres; de ahí que éstas, traumatizadas psicológicamente por este tipo de reacciones de oprobio, acentuaban su feminidad mediante comportamientos considerados própios de las féminas. Es decir, se ponían la mascarada de la feminidad. En el fondo, Riviére propugnaba que se trataba de conductas cambiantes, forzadas por la presión social del varón, que nada tenían que ver con la condición sexual biológica de las mujeres.

Los valores de género a los que me refería antes influyen también en las distintas orientaciones y en las prácticas sexuales (en este sentido, es acaso casual que el coito vaginal se encumbre como el acto sexual por antonomasia, preferible a los demás y representado hasta la saciedad, por ejemplo en el cine, en detrimento de otros placeres como, verbigracia, el orgasmo clitoridiano?). Y es que existe una neta jerarquización de las mismas sobre la base de una cultura falócrata en la que predominan los roles activos y pasivos, siendo estos últimos relacionados errónea e interesadamente con lo femenino y, por ende, minusvalorados y denigrados. Por otro lado, no resulta conveniente olvidar la existencia de la misoginia, algo que los varones comparten más allá de sus preferencias sexuales, y que no es precisamente un mérito. La misoginia está todavía hoy insuficientemente combatida en las distintas áreas de intervención social, educativa y cultural.

Las mujeres están acostumbradas a autoanalizarse al menos desde los años sesenta, con la aparición del feminismo, alicaído tras la II Guerra Mundial, cuando el imperio del hombre guerrero había eclipsado las necesidades del otro sexo y la aspiración a la emancipación de la mujer. Y ese proceso de auscultación y de autoconocimiento les ha permitido conocer mejor su sexualidad, que había sido forjada a medida de los deseos del varón. En cambio, éste, cómodamente encaramado en la hegemonía de un discurso cerrado, autocomplaciente, masculinista, no se conoce a sí mismo y tampoco admite fallas y fisuras en su coraza de macho irredento. Esta impermeabilidad e impenetrabilidad acarrea conflictos internos; por ejemplo, la falta de exteriorización de las emociones, que ha castrado, y sigue haciéndolo, a muchos hombres.

Los varones están perdidos, se dice con un velo de comprensión y conmiseración, pero todavía no lo suficiente, asevero, pues es preciso que entren/entremos en crisis para poder componer nuevos valores de igualdad y de verdadero respeto a las diferencias. Sin embargo, al menos en ciertos ámbitos, se empiezan a palpar ciertos cambios en las actitudes masculinas. El varón se ha transformado en un objeto de deseo, accesible a la mujer y a los demás hombres. Pero es esta objetualización, de marcado signo materialista y consumista, signo de una verdadera igualdad? La duda permanece.


atte: Yolliztli on line

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